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Foto del escritorDanteBonelo

CONVERSACIONES CON PATICO

Actualizado: 10 mar 2024

Es de noche y Patico me lee cuentos. Esto hace que me sienta querido, cómodo, seguro, y cercano a ella. Escuchar su voz cálida y emocionada, que cam

bia de tonos con cada personaje, capta y

mantiene mi atención en cada suceso de la historia.

Este es de los recuerdos más hermosos que tengo de mi infancia. Entre todos los cuentos, rememoro El Patito Feo, La Princesa y el Chicharro, Bambi, y La Ropa Nueva del Emperador, mi favorito. Este último habla de un emperador vanidoso, quien en lugar de pensar en el bien del pueblo, no hace más que ostentar trajes nuevos. Su extravagancia lo lleva a ser el hazmereir de todxs, incluidxs sus lectorxs, pues unos pillos lo engañan diciéndole que le tejerán un traje que no podrán ver las personas estúpidas ni las que no son dignas de su cargo. De tal forma, todxs lxs funcionarixs, así como todo el pueblo que fervientemente le sigue, tratando de disimular su supuesta estupidez, deciden admirar las hermosísimas prendas invisibles, inexistentes, con un asombro más bien extravagante. Al final, un niño es el único que decide denunciar la situación, al gritar ante la multitud la única verdad: el emperador está desnudo.


Pensar desde niño, a través de esta historia, en el instinto gregario, el proceder de las masas, el afán de pertenecer a un grupo y ser validado, me generan cierta desidia y hastío. No obstante, han de pasar mil días y mil veces al día, en los que me siento como uno de esos personajes, que ante la necesidad de aprobación, prefiere hacerse el que ve lo inexistente o el que no ve lo que no quiere. En consecuencia, me hago el que veo ropas de colores vívidos, hechas con los hilos más finos y caros entre toda la mierda que me ha enseñado el mundo; asigno naturalezas en realidad impuestas a mi cuerpo, y aplico heteronormas a mi existencia.


Esta es otra noche con Patico. Ya no soy un niño y ya no hay cuentos. Pero de nuevo, Patico está de visita. Ella trata de conectar y yo trato de hacerlo también, pero no funciona. Ahora somos dos mundos muy distintos. Qué lástima. La soledad duele. Le pregunto que qué espera de un hijo y qué de una hija, así como pregunta random. "Que sea feliz", me dice. Me alegra esa respuesta, pero luego me dice "princesa" y remata con "princesita". Adiciona que también espera que sus hijos le gasten algo. Luego posa una risa floja. Quedo anonadado con esa segunda parte, ¿qué putas? En ese momento trato de hacer apología a la posible verdad que hay en mí, la que, si bien no es tan visible para todxs, ni para mí, parece estar viva en mí. De la manera más espontánea le digo que soy príncipe, no princesa. Me dice que tan tonta. Se ríe. Inmediatamente trata de corregirse. "Al menos princese", me dice, y vuelve a reír. Siento que el corazón se me desgarra. Un malestar me invade el espíritu. Sólo quiero llorar. Quiero irme a la cama. Paso saliva. Callo. No menciono más nada. ¿Quién soy? ¿Vale la pena serlo? ¿Qué debo ser?. Evidentemente debo ser mujer y, además, tener plata.







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