DISCO GAY DE LA 60
- DanteBonelo
- 12 ene 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 mar

Siempre he tenido un alto deseo de perecer joven y contar los pasos, sin embargo hay en mí un miedo latente a perder la vida. El trip, precisamente es "a trip", te maneja por un sendero de emociones que la mayoría de veces no puedes explicar. Esa noche no tenía nada qué hacer, era viernes, la música de alrededor no me dejaba dormir y sólo tenía ganas de viajar. Me sentía solo. Hacía como media semana estaba intentando superar una prolongada tristeza basada en lágrimas, marihuana, perico, alcohol, textos sobre Saussure y escritura de muy mala calidad.
Aprovechando que no tenía plan, me eché en la cama para empezar a leer el Leviatán, a ver si al fin empezaba a planear el maldito trabajo de ciencia política. Los pensamientos de viernes por la noche me detuvieron, no me podía concentrar. Para amenizar, abrí "scorpiocity" y me dirigí justo a la parte en la que Sinisterra dice algo como: “cannabis punto rojo, directo de la Sierra nevada, qué envidia” -qué envidia- pensé yo también. Me quedé mirando el techo y en esas entró Santiago, ningún personaje de ficción - aunque parecía esa noche-. Con una sonrisa bastante particular, como de caricatura, se sentó en el borde de mi cama y me dijo: marica, estoy re loco. En ese momento no me habló de la caída del Imperio Romano, como siempre lo hacía, sólo abrió más los ojos y me dijo: vamos a la ventana. Salió del cuarto y yo me quedé más o menos dos minutos solo. Salí hacia la cocina y sentí ese olor a buena ganja; me le acerqué y le dije: -parce, esta vida no puede ser-, entonces me sacudió y sin decirme nada, me pasó la pipa. Fumé un poco y empezamos a reírnos de Pedro Páramo, se veía venir que terminaría en Comala.
Hacía poco tenía cierta curiosidad por los ácidos, pero no sabía dónde conseguirlos ni me atrevía a preguntar. En ese momento, de la manera más espontánea le dije:¡ necesito LSD!. - yo lo quiero mucho, pero le regalo este- pronunció entre risas. Era un cartoncito pequeño. Sin preguntarle nada, me lo puse en la lengua, y después de unos segundos me sabía horrible, entonces me lo comí. -Ni mierda, me voy a dormir-, le dije. Él quedó en la sala y me metí al cuarto, me acosté y aproximadamente media hora después se manifestaba en mi rostro una sonrisa inexplicable, las manos me temblaban y no podía dormir. Mi corazón bailaba al ritmo de una melodía interior, me sentía como si me hubiera comido una disco gay de la 60. Abrí la puerta de mi habitación y dije: ¿¡Santiago, qué es esta puta mierda!?. Miles de carcajadas empezaron a fluir, no podíamos parar. Se me empezaron a cruzar imágenes de “La antena”, de María Cristina haciendo gestos, pensé en lo estúpido que había sido por no haber entendido nada, retumbaban en mí los recuerdos del día, me interrumpía a los lejos un bien articulado “piénsame que luego existo”. El torrentoso río de ácido en forma de circuitos que veía desplazarse por mis venas me llevó a lo mismo, al deseo de perecer joven y contar los pasos; creía que lo estaba haciendo en un presente progresivo, dejándome llevar por la corriente tras carcajadas falsas y un tremendo dolor en la mandíbula.
SENSACIONES DE OTROS DÍAS
Cuerpos grandes, cuerpos fitness, couch potatoes,
balanceados, coloreados arcoíris,
sin reservas hechas de antes, con derechos admitidos.
All night long like: I don’t wanna be alone.
Escondidos, marginados, plebe plebe,
prole prole,
menos que eso… indios necios.
Dale vuelta al chontaduro,
a la media y a la gafa.
¿Te queda bien la bufanda?
Calcinados, enrollados, divinos, perfumados,
vienen sucios, transpirados,
con aliento trippi y vodka
a comprar chorizo ahumado.

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