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Foto del escritorDanteBonelo

EL CIRCO

Actualizado: 11 mar


La primera vez que fui al circo era muy pequeño. No recuerdo casi nada, pero sé que tenía unos zapatos diminutos de varios colores, entre ellos, rojo y probablemente blanco. Había animales. En ese entonces era común y aceptable el maltrato animal en esos lugares. De hecho, era el atractivo, uno iba por ver un león hambriento. Ese día pisé mierda. No sé de qué tipo de ser vivo sería. Mi mamá me levantó y también se untó. ¿Sería aquello un presagio? ¿Un presagio de todas las veces que estaría inmerso en situaciones coprológicas? Porque de coprológico he tenido varias aristas a lo largo de la vida. El lenguaje, una de ellas, el abuso en la infancia, el haber sido el mozo, las palabras hirientes, y al parecer la inclinación por lo que se encargaron de enseñarme que era anormal.


Muchas veces seguramente fui al circo, no lo tengo muy presente. Recuerdo que era uno de los eventos a los que usualmente quería ir, hasta que un día escuché el rumor de que muchos perros desaparecían en Garzón en las temporadas de circo. Que se los robaban para dárselos a los leones. Y yo era un amante de las mascotas de la casa. Digo de la casa, porque jamás nos pertenecimos como lo hago con Frika y Baco. ¿Qué me gustaba del circo? Allí mostraban cosas y seres extraordinarios. Gente súper flexible, personas sin miedo a la muerte, mujeres barbudas, enanos, el más lo que sea del mundo ( pequeño, grande, blah blah)y en alguna ocasión llegué a ver incluso una garota. Una garota sexy en un show de niñes. Vainas extrañas que pasan.


¿Qué llama la atención? ¿Es la exhibición morbosa de cualquier cosa que se salga de la norma y la remarcación de supuestos defectos físicos? A veces pienso que yo podría estar en un circo. Lo sé cuando me presento como Dante en clase y siento la mirada extraña como una puntilla que se clava sobre mí. Cuando en un evento transaccional digo mi nombre y me miran con duda, recalcando que lo que me están pidiendo es mi nombre y tengo que decir que sí, que ese es.


Algunas veces mi calidad de fenómeno circense me la han hecho ver más expresamente. Un día me dijeron que qué asco mis piernas peludas. Cuando me pinté el pelo de fucsia, alguien me dijo que si creía que me veía lindo, que parecía sacado del circo. ¿Dirá que soy la mujer barbuda cuando vea los efectos que espero de la testosterona? Cuando tuve mi primer y último novio, un día me miraron y me dijeron que si iba a salir así, con esos pantalones tan feos. Cuando estuve en una carrera universitaria por primera vez, el profesor de literatura me miró a las tetas, las mismas que tanto odio, y luego me dijo que me extrañaba mucho ese semestre, como si estuvieran exhibidas al público. Bendita la universa que me sacó de allí.


El otro día escuché medio minuto de un discurso de Ema Watson. No sé qué más decía, ni me importa, pero un enunciado caló en mí: "I'm willing to be seen". Sabia Emita en esos pocos segundos. A veces me miro al espejo y pienso que seguramente sí soy un ser extraordinario, como los del circo. La gran diferencia es que ahora, como Ema, I'm willing to be seen y estoy dispuesto a ocupar los espacios que me pertenecen.









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