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Foto del escritorDanteBonelo

THE DANTE HORROR PICTURE SHOW

Era un domingo como los demás, según el pronóstico del tiempo, pero cuando Cata miró hacia arriba, vio que el cielo estaba cubierto de una mancha gris que no dejaba ver un solo rayito de luz. Entonces ignoró lo que veían sus ojos ¿quién era ella para desafiar la ciencia y no creerle al pronóstico del tiempo? 


Entonces tomó su bicicleta y buscó la ciclovía. Las calles estaban rotas, el pavimento levantado, cráteres se asomaban en cada una de ellas. Accidentes fácilmente tendrían lugar en tal escenario, pero ¿quién era ella para limitarse, si Dios de todas formas tomaría su vida cuando él así lo deseara? Cata continuó. 


Unos diez kilómetros más adelante, las personas empezaron a desaparecer. No había fitness en Medellín que se atreviera a tanto. El cielo mostraba relámpagos horrorosos y mandaba truenos como para romper los tímpanos. Sus sonidos eran como los de una tarde agitada en la universidad pública. Esto tampoco detuvo a Cata. La pobre sentía cómo una fuerza magnética la arrastraba a algún lugar que no había visitado antes. - Qué hijueputas -, susurró. 


Un kilómetro después se topó de frente con lo que sería el museo del castillo. “Museo del castillo”, meditó. Cata lo había googleado un par de veces, pero jamás se había atrevido a entrar, en parte porque le daba miedo lo que encontraría ahí. Era domingo, anochecía, la ciclovía había acabado, la lluvia, los relámpagos, los truenos no cesaban. Al fin se preguntó qué hacía allí. 


De repente una puerta chillona y pesada se abrió. Un jovencito de baja estatura relucía en la penumbra. Usaba unas gafas mariconas color rosa, un corte bien unisex, un tuxedo, y unos zapatos negros de estilo formal. No tenía bien puesto el corbatín y algunos botones de la camisa se abrían para dejar ver tres pelos en su pecho. Tenía una barba incipiente y un bozo que aún no contaba como bigote. 


Cata lo vio y sintió terror. ¿De dónde salió semejante Frankenstein? Con voz temblorosa le dijo - hola, estoy perdida y se me pinchó la bici, ¿puedo usar el teléfono? - Bienvenida, soy Dante - , dijo el muchacho con una voz grave y profunda. Adicionó - Qué grata sorpresa, sobre todo hoy en día que cualquiera tiene un smartphone con datos y minutos- marcó una sonrisa trémula y torcida en sus labios. Cata se sonrojó, pues era cierto, sus datos y minutos abundaban. 


Cata seguía sin saber qué magnetismo diabólico la había llevado allí, pero sí tenía claro que quería saberlo todo. Todo sobre Dante. Quería saber lo que se le pasaba por la cabeza en ese momento, lo que soñaba dormido y despierto, lo que le alegraba, lo que le dolía, si se inyectaba, si tenía vulva, si tenía falo, si tenía senos, si no los tenía, si tenía más pelos en el pecho o no, si se acostaba con hombres o con mujeres o con otros de su especie. 


Dante la miró a los ojos y lo supo todo: ella no veía en él más que un intento de copia del hombre perfecto cisgénero. También supo que Cata era una chica apegada a su familia, sus tías y tíos, sus primos y primas, todas y todos la percibían como un ejemplo a seguir y la invitaban a todos esos eventos: los bautizos, las bodas, los baby showers, los cumpleaños, los aniversarios, las graduaciones, los sinsentidos, todo. Tenía un trabajo decente, iba al gimnasio, pagaba su propio apartamento, llevaba nueve años con su novio, tenía dos mejores amigas, su papá le había pagado la maestría en el exterior, y nunca nunca había visto una vagina en su vida, además de la suya en el espejo. 


Dante no dudó: -te muestro mi vagina- 

Cata tampoco dudó: -sí, quiero. 


Dante se sonrió, se quitó completamente el corbatín, se desabrochó la chaqueta del tuxedo y la camisa elegante y le mostró: 




Cata se rió como desquiciada, disimulando su desilusión. Habiendo roto el hielo, Dante la invitó a seguir. Ipso facto le comentó:


- Te muestro mis tetas - . 

-Sí, quiero- . 

- Sígueme, vamos a la habitación -. 


Las cuatro paredes, pintadas de negro, hacían dar escalofríos. Había vitrales de personas que para Cata parecían aberrantes: hombres con vaginas, mujeres con penes, tetas flotantes. De inmediato, Dante abrió un cajón y sacó un frasco lleno de morfol, en él había lo que parecía dos copos de nieve, llenos de grasa y cúmulos de sangre. 


-Mira, mis tetas- 


Cata gritó de horror. ¿Qué hacía allí? Nada de esto registraba en el record de los temas discutidos en casa, ni con su novio, ni con sus amigas, ni en el colegio, ni en la universidad. Minutos después, Cata gritó de nuevo. Esta vez fue un orgasmo sensacional. 




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